“Recuerdos de una época que se fue”
El Sr. Armando Mendoza, es uno de tantos comerciantes que acuden los días domingos al mercado de Colotlán a ofrecer sus productos. El es oriundo del vecino municipio de Santa Maria y tiene un puesto pequeño en el tianguis del día domingo. Diez años hace que el viene a ofrecer sus limas, sus naranjas, y sus granadas, así como los deliciosos aguacates criollos y también un poco de cilantro, de chile y algunas verduras. A diferencia de la frutas y verduras que se venden en muchos otros puestos, sus productos provienen de sus huertas, no los adquiere de alguna frutería, sino que son productos sembrados y cosechados con sus propias manos. -¡Totalmente originarios de Santa María!, nos dice don Armando con un inconfundible tinte de orgullo en su voz y su mirada.
La mejor época para el negocio de don Armando, es en verano, cuando hay mucha fruta y aguacate en sus huertos. En tanto que el invierno es una época mala por que no hay mucho producto que ofrecer a los marchantes. Pero lo que la gente busca mayormente es el aguacate criollo: -ese se vende muy bien, tanto el negro como el verde. Nos comenta con una amplia sonrisa en su rostro don Armando. Sin ninguna duda, él recomienda en sabor y en calidad este ultimo.
Don Armando nos explica que él acude a vender a Colotlán sus productos, porque en Santa Maria no hay mercado para ellos: -la mayoría de las personas tiene en su casa algún árbol que produce estos frutos, así que no tienen porque comprarlos. En cambio en Colotlán no los hay y la gente los pide. -incluso por ejemplo el cilantro, la gente antes de comprarlo pregunta si es del Barrio si no, no lo compran.
Don Armando nos señala con nostalgia apenas contenida, que hace poco mas de veinte años, en Santa María, se producían frutas y aguacate por toneladas. El Barrio de Tapias estaba lleno de huertas en producción de aguacate y frutas. En los tiempos de cosecha venían camiones de Torreón, México y Ciudad Juárez y cargaban rejas y más rejas de aguacate, membrillo, limón, lima y granada. –en aquel entonces el aguacate chino, ni se conocía por acá. Nos comenta mientras atiende a una señora. -toda la gente de aquí consumía el aguacate criollo y nuestras frutas.
-Todo era muy bonito en aquel entonces. Nos dice don Armando -Santa María y el Barrio estaban llenos de árboles, de huertas, de acequias. -Pero hace ya como 20 años, que los árboles se comenzaron a secar. Llegó una plaga que empezó a acabar con todo tipo de árboles. Entonces vinieron unos ingenieros agrónomos por parte de la presidencia municipal para ver que pasaba y encontraron que había un hongo en el agua que hacia que las raíces se secaran y así se terminaron los árboles. -Esto no fue sólo en algunas huertas, sino que fue parejo, del 100% de árboles frutales que había, quedaron un 2 o 3% solamente. –Eso fue muy triste. Comenta don Armando- en mi huerta de poco mas de 100 árboles de diferentes frutas, ahora sólo conservo aguacates y granados.
Don armando es un hombre de complexión recia, a pesar de su edad que rondara los sesenta años, todavía conserva gran fortaleza, que se adivina en los músculos, debajo de la camisa de manga larga. Sus ojos oscuros miran de frente y con entereza a su interlocutor. Pausadamente, mientras su mirada se extravía en los recuerdos del ayer nos comenta con un dejo de tristeza en su voz. -Fue de mi padre de quien aprendí el oficio de horticultor, el me enseño a sembrar, plantar, regar y cuidar de los huertos. Tuvimos una casa especialmente acondicionada para la cosecha: era un zaguán largo con cuartos grandes a los lados, en donde mi papá guardaba la fruta que cargaban en los camiones que salían a Torreón, México y a Juárez. Cada cuarto estaba designado para un tipo diferente de fruta, en uno el limón, en otro el aguacate, en otro la granada, en otro, la lima, en otro la naranja, en otro el durazno, el otro el chabacano, etc.
Don Antonio continua platicándonos -En esas huertas pasaron mi niñez, mi juventud y mi vida adulta, allí entre los árboles y la tierra tuvieron lugar también mis recuerdos mas felices. Allí mis padres, hermanos y amigos convivimos felices, y por que no decirlo a la pesada sombra de esos árboles floreció también el amor. Don Antonio busca nerviosamente en su bolsa y de su cartera extrae una foto pequeña de los años 50 en donde se encuentra un grupo de jóvenes amigos en una comida en una hermosa huerta, de árboles grandes y frondosos. En la parte de atrás de la foto escrito con letra manuscrita dice: “comida en la aguacatera”. Después nos comenta: -Lo que en la actualidad queda de este hermoso lugar, en donde hacíamos nuestras fiestas y comidas son puros recuerdos. -esa preciosa huerta es hoy una parcela en donde se siembra maíz y cebada, y esta casi olvidada y llena de arbustos. Profundos sentimientos embargan a don Armando y nos pide que terminemos con la entrevista, así que con gran cariño y respeto nos despedimos de el y lo dejamos con los ojos rojizos y cargado de hermosas añoranzas.
El Sr. Armando Mendoza, es uno de tantos comerciantes que acuden los días domingos al mercado de Colotlán a ofrecer sus productos. El es oriundo del vecino municipio de Santa Maria y tiene un puesto pequeño en el tianguis del día domingo. Diez años hace que el viene a ofrecer sus limas, sus naranjas, y sus granadas, así como los deliciosos aguacates criollos y también un poco de cilantro, de chile y algunas verduras. A diferencia de la frutas y verduras que se venden en muchos otros puestos, sus productos provienen de sus huertas, no los adquiere de alguna frutería, sino que son productos sembrados y cosechados con sus propias manos. -¡Totalmente originarios de Santa María!, nos dice don Armando con un inconfundible tinte de orgullo en su voz y su mirada.
La mejor época para el negocio de don Armando, es en verano, cuando hay mucha fruta y aguacate en sus huertos. En tanto que el invierno es una época mala por que no hay mucho producto que ofrecer a los marchantes. Pero lo que la gente busca mayormente es el aguacate criollo: -ese se vende muy bien, tanto el negro como el verde. Nos comenta con una amplia sonrisa en su rostro don Armando. Sin ninguna duda, él recomienda en sabor y en calidad este ultimo.
Don Armando nos explica que él acude a vender a Colotlán sus productos, porque en Santa Maria no hay mercado para ellos: -la mayoría de las personas tiene en su casa algún árbol que produce estos frutos, así que no tienen porque comprarlos. En cambio en Colotlán no los hay y la gente los pide. -incluso por ejemplo el cilantro, la gente antes de comprarlo pregunta si es del Barrio si no, no lo compran.
Don Armando nos señala con nostalgia apenas contenida, que hace poco mas de veinte años, en Santa María, se producían frutas y aguacate por toneladas. El Barrio de Tapias estaba lleno de huertas en producción de aguacate y frutas. En los tiempos de cosecha venían camiones de Torreón, México y Ciudad Juárez y cargaban rejas y más rejas de aguacate, membrillo, limón, lima y granada. –en aquel entonces el aguacate chino, ni se conocía por acá. Nos comenta mientras atiende a una señora. -toda la gente de aquí consumía el aguacate criollo y nuestras frutas.
-Todo era muy bonito en aquel entonces. Nos dice don Armando -Santa María y el Barrio estaban llenos de árboles, de huertas, de acequias. -Pero hace ya como 20 años, que los árboles se comenzaron a secar. Llegó una plaga que empezó a acabar con todo tipo de árboles. Entonces vinieron unos ingenieros agrónomos por parte de la presidencia municipal para ver que pasaba y encontraron que había un hongo en el agua que hacia que las raíces se secaran y así se terminaron los árboles. -Esto no fue sólo en algunas huertas, sino que fue parejo, del 100% de árboles frutales que había, quedaron un 2 o 3% solamente. –Eso fue muy triste. Comenta don Armando- en mi huerta de poco mas de 100 árboles de diferentes frutas, ahora sólo conservo aguacates y granados.
Don armando es un hombre de complexión recia, a pesar de su edad que rondara los sesenta años, todavía conserva gran fortaleza, que se adivina en los músculos, debajo de la camisa de manga larga. Sus ojos oscuros miran de frente y con entereza a su interlocutor. Pausadamente, mientras su mirada se extravía en los recuerdos del ayer nos comenta con un dejo de tristeza en su voz. -Fue de mi padre de quien aprendí el oficio de horticultor, el me enseño a sembrar, plantar, regar y cuidar de los huertos. Tuvimos una casa especialmente acondicionada para la cosecha: era un zaguán largo con cuartos grandes a los lados, en donde mi papá guardaba la fruta que cargaban en los camiones que salían a Torreón, México y a Juárez. Cada cuarto estaba designado para un tipo diferente de fruta, en uno el limón, en otro el aguacate, en otro la granada, en otro, la lima, en otro la naranja, en otro el durazno, el otro el chabacano, etc.
Don Antonio continua platicándonos -En esas huertas pasaron mi niñez, mi juventud y mi vida adulta, allí entre los árboles y la tierra tuvieron lugar también mis recuerdos mas felices. Allí mis padres, hermanos y amigos convivimos felices, y por que no decirlo a la pesada sombra de esos árboles floreció también el amor. Don Antonio busca nerviosamente en su bolsa y de su cartera extrae una foto pequeña de los años 50 en donde se encuentra un grupo de jóvenes amigos en una comida en una hermosa huerta, de árboles grandes y frondosos. En la parte de atrás de la foto escrito con letra manuscrita dice: “comida en la aguacatera”. Después nos comenta: -Lo que en la actualidad queda de este hermoso lugar, en donde hacíamos nuestras fiestas y comidas son puros recuerdos. -esa preciosa huerta es hoy una parcela en donde se siembra maíz y cebada, y esta casi olvidada y llena de arbustos. Profundos sentimientos embargan a don Armando y nos pide que terminemos con la entrevista, así que con gran cariño y respeto nos despedimos de el y lo dejamos con los ojos rojizos y cargado de hermosas añoranzas.
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