La Sedición del Indio Mariano







En el año de 1801 el indio colotleco Juan Hilario Rubio convocó a los pueblos indígenas nayaritas y jaliscienses a prepararse para recibir a Mariano, “el Rey Indio que faltaba de los que fueron a Belén a adorar a Dios”

Estas fueron algunas de las cartas distribuidas de pueblo en pueblo que invitaban a los indígenas a la sedición y que lograron movilizar una gran cantidad de pueblos indígenas del norte y occidente de México y de los cuales algunos involucrados fueron brutalmente reprimidos por las autoridades españolas.

¨Hago saber a todos los gobernadores, alcaldes y cuántos pueblos hay en las Indias que habiendo sido nuestro señor todopoderoso servido el sacarme de aquellos trabajos que Dios ha servido y sólo aclamado a su divina majestad, parece me ha concedido en ponerme en tierra de salvamento, aunque si con bastante peligro y aclamando al cielo divino del que llegue el día de Reyes, que es cuando necesito de la congregación de todos mis pueblos a recibirme, que ha de ser con la mayor prontitud que se pueda dos días antes de Reyes, sin excusa alguna, vengan a conocer a su Rey".

Noticia a todos los gobernadores o alcaldes de todos los pueblos de indios de este reino de Indias, que para la entrada en el pueblo de Tepic os esperara el día 5 de enero del mes primero de este año de uno a orillas de Tepic a la parte del poniente en donde llaman Las Higueras de lo de Lamedo, sin ninguna excusa, con citación de todos los indios viejos y mozos para la compañía de mi entrada a Tepic , que soy el rey de Indias el día de Reyes, pues aunque sean soldados como no sean gachupines. (Es) pero respuesta con el enviado, firmado por el escribano para dicha entrada a Tepic. Y también su bandera blanca con las armas que sean, lanzas, flechas, cortantes, hondas, palos o piedras. También encargo con el mayor sigilo y silencio sin que el alcalde mayor lo sepa y ningún vecino de Tepic lo sientan, se me hagan presente en la parte que los cito. Pasa ésta a otro pueblo.

Al menos desde enero de 1800 de decía y comentaba públicamente en Colotlán que el “Rey de la máscara de oro” se hallaba en Durango; un indio de Zapotlan declaró que desde hacía tres años se comentaba que “el tlaxcalteco” había de ser rey; a mediados de 1800 unos indios de Guaynamota dijeron que en Tepic “ habían estado dos indios con petos y cacles de oro” y “que había de coronarse el tlaxcalteco que había ido a España y que el rey nuestro señor le puso tres coronas delante, una de España, otra de Perú y la otra de este reino, la cual le regalaba si le conocía; que de facto habiéndolo conocido se la regalo”; otro testigo declaró que el dicho de la coronación del tlaxcalteco existía al menos desde hacía 30 años.
El indio Francisco Sainz fue acusado de haber dicho en conversación con otro indígena que un rey “antiguo de su nación”, “ de cuando eran herejes”, “que era santo”, que “había huido por mar o por tierra, que se aparecía a los indios y no a los españoles”, “que el rey indio estaba coronado, que entraría y entraría, que como no lo había aprehendido cuando anduvo con la máscara de oro, por que el tenían miedo, porque era el mismo; que nuestro rey ( el de España) había ganado aquello a traición”.

El 3 de enero de 1801 se descubrió la sublevación para coronar al indio Mariano, el líder indígena insurrecto, el monarca de la máscara de oro, que era el dueño de las Indias, que andaba según se decía con mil disfraces visitando su tierra, solicitando la anuencia y socorro de todos los indios para recobrar sus tierras. Quien era el hijo del gobernador de Tlaxcala, ya difunto; y que en vida se había mantenido con cacles de oro y la grandeza correspondiente, y en ese tiempo había ido el tal Mariano a España y hablado con el rey nuestro señor, diciéndole que iba a que le pagasen la renta de sus tierras, su majestad dio seis pasos atrás dejándolo afuera; y con esto se retiró luego dicho Mariano y se vino huido para este reino. Y que le reverendo obispo había de ir al tiempo de su coronación.

En esos días del mes de enero de 1801, se registró un intenso movimiento de grupos indígenas armados de diferentes orígenes, se habló: de coras, huicholes, tepehuanes, yaquis, yumas, nayaritas; contra los cuales el gobierno virreinal organizo la defensa en Tepic, armando a los vecinos y trasladando a Tepic los cuerpos milicianos de Sentispac, Compostela, Acaponeta, Sandovales y Paramita, la infanteria veterana, marineros y artilleros de San Blas, el Batallón de Milicias de Guadalajara y el cuerpo de dragones de Nueva Galicia, en total se reunieron 762 hombres con ocho piezas de artillería de diverso calibre. Con estas tropas el capitán de fragata Francisco Eliza se sintió lo bastante seguro como para tomar la iniciativa y confrontar a los rebeldes. Se libraron algunas escaramuzas y se aprehendieron a un número considerable de los insurrectos, casi trescientos reos de los cuales en 1806 aún quedaba una docena de ellos en la cárcel de Jalapa.

Aún cuando se realizaron exhaustivas averiguaciones por todo el país para dar con el paradero del Indio Mariano, este nunca fue aprehendido. Y el gobernador de Colotlán informó que los hijos del gobernador indígena del barrio de Tlaxcala no llevaban ese nombre y eran sujetos fieles. Sin embargo Mariano se resistió a desaparecer por mucho tiempo; así en noviembre de 1810 unos indios, muchachos presos en las Cruces, informaron que quien había dado la orden de seguir al cura Hidalgo, de matar al virrey y a todos los gachupines para repartir sus bienes entre los pobres, era su Majestad el rey de España. Andaba de incógnito, en una caleza negra que seguía al padre Hidalgo. Era el Rey de la máscara de Oro.

Estos son los hechos de la primera insurrección indígena del siglo xix, antecedente de la guerra de Independencia y en la cual se percibe el descontento de la población indígena mexicana, que busca a todas luces un cambio en sus condiciones de vida, con la coronación de un rey de su misma raza. Dicho rey, hijo supuesto del gobernador de la Nueva Tlaxcala del barrio de Colotlán, fincaba su legitimidad en su nacimiento, en su pertenencia a la nobleza indígena de la región, de los que habían sido aliados de los españoles en la conquista y la colonización, y que en virtud de sus servicios habían obtenido envidiadas exenciones y privilegios y de los cuales somos nosotros sus herederos, aun sin saberlo o tomarlo mucho en cuenta.

A poco más dos siglos de la insurrección del Indio Mariano, aún quedan muchas dudas por despejar de un movimiento social que ha sido disminuido y olvidado, pero que a nosotros como colotlecos nos debería interesar el recuperarlo y partiendo de allí reconocer nuestro origen y fundamentar nuestra identidad histórica. La que se ha venido diluyendo con la apatía generalizada de pueblos y gobernantes, que no tienen un sueño y un destino común de grandeza que los hagan sobresalir y buscar mejorar las condiciones de vida de su pueblo.

Mucho se ha dicho, y los mismos encargados de llevar al cabo el juicio de los sediciosos, concluyeron la inexistencia del Indio Mariano, y atribuyeron su creación a la actividad sediciosa y alborotadora del indio Juan Hilario Rubio, tachado de traidor e infame. Pero los elementos de legitimidad que dieron lugar al levantamiento siguen existiendo, y es aún mayormente halagador que sea Colotlán el sitio de origen desde el cual se reivindiquen estas demandas con o sin Mariano. Si hubiese existido el dicho Mariano o algún otro que hubiese asumido el movimiento quizás viviríamos en un mejor mundo.

Quizás las lecciones de la historia sea de lo más difícil de asimilar y de sacarles provecho, pero deberíamos intentarlo a la vez que conocemos nuestra propia historia regional, tan oscurecida y enrarecida por la historia oficial de nuestros libros de texto.


Bibliografía

A la voz del Rey, Jean Meyer. Edit. Cal y Arena. 1989

La rebelión del Indio Mariano (Nayarit, 1801) Felipe Castro Gutiérrez. Estudios de Historia Novohispana. U.N.A.M. 1991

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