El maíz II





De padre a hijo, de generación en generación se transmitieron los tiempos, los secretos, los rituales en los que se cosechaba el maíz, y se aprovechaba todos los derivados de una cosecha. Era distinto a las formas de la actualidad, las personas antes hacían su trabajo con escasa tecnología, pero se ingeniaban para crear sus propias formas de trabajo.




CULTIVO DEL MAIZ

La gente de antes era en extremo observadora, vivían en contacto con la naturaleza, la respiraban, la entendían, las respetaban y obraban conforme ella les indicaba. Desde la cosecha anterior ya habían separado sus mejores granos para la siguiente siembra, realizando una selección minuciosa que conducía a un mejoramiento natural de sus semillas. Apenas iniciaba el año y ellos tomaban sus lecturas de cómo se vendría el siguiente temporal. En esos primeros meses comenzaban a decidir el mejor tiempo para sembrar y actuar en consecuencia. En el temprano mayo o ya más entrado el temporal, en las primeras lluvias. En consecuencia los campesinos preparaban la tierra para empezar a cultivar.

Antes de las lluvias, se volteaba la tierra con una yunta de bueyes, compuesta además de los animales, por un arado y un yugo, que era un palo que se les ponía a los bueyes sobre el cuello, el arado llevaba una reja en la punta inferior, que servía para abrir la tierra.

Después de haber volteado la tierra, esperaban que las primeras lluvias mojaran la tierra, ni muy mojada ni muy seca, y con el arado se abría la tierra, para lo cuál se le colocaban las orejeras, las que ayudaban a que se extendiera la tierra, y detrás de el arado se colocaba el sembrador que iba echando los granos de maíz de uno en uno, a una distancia de unos 40 centímetros, el uno del otro.

Una vez depositados los granos en el surco, se regresaba la yunta tapándolos y así sucesivamente hasta terminar toda la extensión que se fuera a sembrar. Con una yunta de bueyes se sembraba aproximadamente unos 50 litros de maíz, y se tardaban unos 15 días.

LO QUE SE TARDABA EN SALIR LA CAÑA

A los 5 días de sembrada la tierra empezaban a salir las primeras cañitas. Y a los 8 días, ya habían brotado, todas aquellas que deberían haber brotado, creían que no iban a salir ninguna caña más, a muchos les funcionaba y a otros no.

A los 22 días después de haber sembrado, ya se le podía dar una escarda a la tierra, con el mismo arado con el que habían sembrado, pero con una orejera, un poco más chica. La cuál iba a un lado de las cañas, la cuál siendo mas chica, no las tapaba o aterraba con la misma tierra que iba abriendo, y la otra orejera era mas larga, parecida aquella con que se sembraba. Igual que cuando se sembraba se daba vuelta por el mismo surco. Esté era un proceso en el que se tenía que tener mucho cuidado porque los animales a veces eran muy broncos y podían golpear a los que iban sembrando. Casi todos los hombres tenían un mismo estilo para hacer este proceso.


SEGUNDO BENEFICIO PARA LA TIERRA

Este segundo beneficio para la tierra se hacia con el arado por en medio de el surco, aquí si cambiaba la forma de hacerlo, porque cuando daba vuelta el arado se cambiaba al siguiente surco. Esto era para que el surco se hiciera más hondo y cuando lloviera, la tierra guardara más tierra y humedad.“Este era el ultimo beneficio hecho para la tierra”.

CREENCIAS Y CALCULOS DE LAS PERSONAS DE ANTES


También se sabía que a los 3 meses después de haber sembrado ya había elotes, y 15 días después de haber salido ya todos los elotes, se cortaban las espigas de la caña, con una herramienta llamada zacatera. Con estas espigas se hacían unas llamadas brazadas, que se iban poniendo a una distancia de unos 10 metros. Ya estando cortada la espiga se dejaba que se secara y servia como un alimento para sus animales que eran muchos en aquel tiempo, y era los mejores e incluso era de los que mas les gustaban.



MONOS DE TAZOLE

El tiempo para hacer los monos de tazole, que era la manera en que se guardaba la pastura, era cuando ya se había secado la espiga de la caña. Estos monos se hacían en la madrugada, antes de que saliera el sol, con el fin de que todavía estuviera mojada la espiga con el roció de la madrugada, Porque al salir el sol se seca la espiga y se quiebra muy fácilmente, entorpeciendo la labor. Los monos se hacían con las espigas, estas las amarraban con unas varas, llamadas varaduseas. Estas varas se partían por la mitad, se amarraban de las puntas de las mismas varas, después por la mitad de las brazadas de las espigas, esto era para darles la forma a la cintura. Y con unas varas más cortas se amarraba la parte de arriba, formando la cabeza del mono. Después se dejaban los monos en los barbechos para que se secaran. Los cuales una vez secos los guardaban en almacenes para utilizarlos como forraje para los animales.


DESPRENDIMIENTO DE MAIZ DE LA MAZORCA

Una vez que se había secado el elote, seguía la llamada pizca del maíz.

Para esto, los hombres se colgaban unas quiliguas (contenedores o canastas grandes hechos de mimbre), en los cuales iban recogiendo las mazorcas, que cortaban de surco en surco, algunos o la mayoría hacían montones en el campo, o los vaciaban en costales de ixtle, en donde el producto se maltrataba menos. Después babeaban las mazorcas, en una parte donde les diera el sol para que se fueran secando poco a poco, y ya que estuvieran secas, se pasaban al llamado desgrane, que era el proceso en el cual se desprendía el maíz del olote, ellos hacían unas llamadas oloteras, para que se les facilitara y lo hicieran más rápido. Estas oloteras las hacían con los mismos olotes, los cortaban muy parejos todos, y les daban una forma redonda.

EL NIXTAMAL

Una vez pizcado el maíz se hacía el nixtamal. Se ponía el maíz en un balde, y se agregaba agua, en cuanto lo tapara y se le agregaba cal, según la cantidad de maíz que se fuera a preparar de nixtamal. Se ponía el balde a fuego lento, procurando que no hirviera el agua. Para saber si ya estaba listo el nixtamal, agarraban un grano de maíz, lo refregaban en los dedos y si el grano se pelaba, el nixtamal ya estaba listo. Al siguiente día, las personas procedían a molerlo en metate, o en un molino casero, y el producto es los que llamamos masa. Con los que se prepara: tortillas, tamales y atole blanco.

LAS CABAÑUELAS

La gente de antes creía que en los primeros días del año, era posible saber cual iba ser el tiempo para todo ese año, a ello le llamaban las cabañuelas. Cada uno de los días entre el primero y el doceavo, representaría el clima para cada uno de los meses del año.
Y después se iban a regresar sucesivamente de día en día como por ejemplo, el 13 de enero iba a ser noviembre, el 14 iba a ser octubre, y así hasta que saliera todo el año. De allí tomaban sus lecturas y actuaban en conformidad, en sus predicciones para el temporal. Ellos creían que las aguas iban a llegar después del miércoles de ceniza, cuatro meses después.

L.C.

El maíz


En el principio fue el maíz, y fue la tierra
y fue un tiempo en que alimento y sudor fueron hermanos,
que no bastaba la palabra para hacer la guerra;
que no había mayores motivos para enconos
que no se podía vivir atado a la rencilla


en el principio solo fue mirar el horizonte y descansar la vista
en el tiempo circular de la rueda y la labranza,
de los tiempos de lluvia de los tiempos de sembrar y recoger,
de ventear la canícula
de esperar a que escampara la tormenta
de vivir en santa paz
recogidos para adentro,
de esperar por el curso del destino
de hacer lo que se debía hacer,
de llevar los ciclos de la vida en su inmutable devenir,

en el principio siempre hubo un principio
y nunca hubo final
en el principio había el pastor y su palabra
y no se agotaba ni el pastor ni la palabra
porque siempre encontraba nuevos manantiales
nuevos abrevaderos y cuando se quedaba mudo
entonces venia la mano y hablaba mas alto y mas firme que palabra alguna;


y fue entonces que llegaron
aquellos que habían sido puestos en camino por la palabra
y llegaron a lomo de animal
enfundados en sus deseos de querer la tierra
de hacer de ella un campo florido y abundante
de hacer que lo estéril se alejara con el viento y la borrasca,


y volvimos a tener otro principio,
como siempre ha sido un principio que marca punto del final,
que inicia una nueva vuelta de la vida,
que desde siempre ha estado allí.

Mateo Saldaña
















Mateo de los Angeles Uriel Saldaña Dosal

Mateo Saldaña, como regularmente se le conoce nació en la ciudad de Totatiche, Jalisco, hacia el tercer cuarto de siglo XIX, hijo de don Miguel Saldaña, un prospero comerciante colotlense. En el seno de la sociedad colotlense paso su infancia el pequeño Mateo y descubrió sus dotes y aspiraciones artísticas, aventurándose a la ciudad de México a sus 17 años para continuar con su formación pictórica. Hacia 1892 ingreso a la academia de Artes de San Carlos, en donde se distinguió como un alumno excepcional, recibiendo muchos premios e incentivos por la excelencia de su trabajo, varios de ellos de las propias manos del Presidente de la República, General Porfirio Díaz.

Mateo Saldaña fue el alumno predilecto del Maestro de la luz, José María Velazco, uno de los grandes e ilustres paisajistas de México, quien dio a conocer al mundo, algunos de los más bellos paisajes y escenas mexicanas. La gran capacidad expresiva y plástica de la pintura del alumno, Mateo Saldaña, le abrió la posibilidad de primero auxiliar a su maestro con su clase de dibujo de paisaje, y posteriormente quedarse con la titularidad de la misma, en la Academia de San Carlos, que para entonces había cambiado su nombre a Bellas Artes.

Mateo de Saldaña fue el insigne maestro de decenas de generaciones de jóvenes artistas que pasaron por su aula de clases, y quienes abrevaron discretamente de su talento y arte.

Las obras de Mateo Saldaña se encuentran a la altura de las de los mejores paisajistas mexicanas, incluyendo las de su maestro José María Velazco, sin embargo continua siendo una incógnita, el porque no haya recibido en vida los honores y atención que su obra merecía, es hasta después de su muerte que su trabajo comienza a ser reconocido y el precio de sus obras alcanza sumas estratosféricas. Se presume que su obra pudo alcanzar un número superior a los 350 cuadros , sin embargo actualmente se conocen aproximadamente 250 de ellos, las cuales se encuentran en colecciones privadas mexicanas y extranjeras. La primer exposición venta de sus cuadros, ocurrió trece años después de su muerte en el Hotel María Isabel de la ciudad de México, en donde 17 de sus cuadros fueron presentados y rápidamente vendidos.

Los temas predilectos en la obra de Mateo Saldaña, son ranchos, haciendas, serranías, caídas de agua, lomeríos, vistas de pueblos en panorámica, llanos arbolados, plazas, y templos de diferentes regiones de México, y en ellos puede apreciarse un excelente manejo de la luz, un realismo asombroso con el que plasma la naturaleza con toda fidelidad, con un toque excelso de armonía de todas sus composiciónes. Pero para nosotros los colotlenses quizás los cuadros más interesantes y representativos, son aquellos, que se han dado en llamar “colotlanes” y “totatiches”, en los que Mateo Saldaña ha retratado o recreado, nuestros paisajes y nuestros pueblos, y que fueron ideados o compuestos en el placentero momento, que todo viajero o expatriado siente al visitar o evocar la tierra benigna que le vio nacer y crecer. Todos los que hemos tenido que alejarnos de nuestro terruño, sabemos de la añoranza, de soportar el día en cualquier parte del mundo, pero las noches, todas ellas las pasamos inevitablemente en nuestro Colotlán. Quizá no físicamente, pero si en nuestra memoria, imaginación y nuestros sueños. Difícilmente, pudo haberse escapado Mateo Saldaña a la añoranza de su Colotlán y su Totatiche.

Se desconoce casi todo sobre su vida, su familia, su esposa, sus hijos, su discreta vida artística y el momento en que rompió el cordón umbilical con su terruño y el destino decidió que no regresaría jamas a su tierra. Su paso por la vida fue discreto, al igual que lo ha sido su espléndida obra, no obstante la gran maestría que Mateo plasmo en cada uno de ellos. Estoy seguro que Mateo Saldaña, quedo marcado para siempre con el ser y el sentir del colotlense autentico, como lo demuestra su humildad, aún a sabiendas de la grandeza de su arte y genio se abstuvo de buscar los aplausos y la gloria. Pudiendo haber estado codo con codo con los grandes pintores de su época, prefirió la tranquilidad del aula y el sereno goce y disfrute de su creatividad, en el feliz solaz de su estudio ubicado en la azotea del antiguo Museo de Antropología, en la calle de la Moneda.

Las obras más renombradas del maestro Mateo Saldaña son “La Vuelta del trabajo” que realizará a sus veintitres años para presentarlo en su graduación y el “Antecoro del convento de Churubusco” En Colotlán no estamos aún seguros de tener una sola de sus obras, se presume que un cielo raso con querubines, en poder de casa de la cultura de Colotlán, pudiera ser suyo, sin embargo la última palabra aún no la sabemos, entretanto muy bien podemos dedicarnos a esculcar los sótanos y arcones de nuestros abuelos, en la búsqueda de una obra olvidada y desconocida del gran artista colotlense, Mateo de Saldaña.

Mateo Saldaña recibió y enfrento sereno a la muerte, un 30 de marzo de 1951, en su casa ubicada en la calle Carlo Dolci de la ciudad de México y fue enterrado en el panteón Jardín, sitio desde donde espera con paciencia que sus coterráneos le hagan justicia, y le lleven a reposar hasta el día del juicio final, cerca de los hermosos paisajes que pueblan sus sueños y su obra. “Los Colotlanes” y “Los Totatiches”

La mujer colotlense


La mujer colotlense hasta hace muy poco, siguió el prototipo idílico de la mujer mexicana: toda belleza, inocencia, prudencia y recato. Pero como nada es para siempre, han comenzado a cambiar, adoptando muchas de las actitudes y vicios de sus machos. El lenguaje sencillo y limpio que otrora ostentaron nuestras madres, se ha venido modificando con las palabras de moda, la voces groseras de los pelados y los comentarios de los borrachos. Afortunadamente, siguen conservando ese gusto por vestirse bien, por realzar su belleza e impactar ante todo por su hermosa presencia. Los ideales de dulzura y sensatez en la mujer, son virtudes en desuso que nadie extraña, ni a nadie le hacen falta, y que ni por ensalmo han llegado a los oídos de las jovencitas. En su favor diremos, que han sabido integrarse con eficiencia y capacidad a los retos económicos y productivos de nuestro momento. Que han sabido explotar de hecho la igualdad con los varones. A decir verdad no hay distingo entre un hombre y una mujer cuando de divertirse y de beber de trata. Es bueno reconocer y aceptar lo que somos y lo que nos gusta ser. Todo aquello que no es así, se llama hipocresía, y hace más daño que la verdad cruda.

El colotlense




El colotlense se caracteriza por su aire festivo, su humor zafio pero directo y sincero. Las chanzas agudas y los dobles sentidos, son el medio más eficaz para conseguir el regocijo popular. El colotlense gusta de llamar la atención sobre si, de hablar fuerte y burlarse sin miramientos del amigo y el enemigo. De pavonearse frente al sexo opuesto, de coquetear y exhibir su gallardía con una sonrisa de cinismo y suficiencia. En su fuero interno se asume como un vaqueton de marca, un alguien capaz de grandes hazañas de conquista sentimental; de actos decisivos de coraje y determinación; de memorables borracheras y sobre todo de desdén por los actos y emociones humanas, a las que califica de femeninas. El colotlense no vive sin el amor de una mujer, pero tampoco se somete a sus emociones, a las que califica de debilidades y por ello, se empeña en manipular, hacer sufrir y someter a su amada, como signo inequívoco de que no se lo traen, de que no se doblega, de que hace lo que se le pega en gana. Detrás de cada colotlense hay un nutrido grupo de amigos, con los que comparte sus emociones a medias, y con los que festeja sus triunfos y fracasos, grandes o pequeños. Con ellos pasa todas esas horas libres, muertas, y las de ausencia de sus hogares. Inequívocamente con una cerveza o vaso de vino en la mano, mientras vocifera las mayor cantidad posible de necedades.

El charro


El vínculo del colotlense con el caballo tiene muchos siglos de existencia. Cuando se fundo Colotlán en el año de 1591, a los indios tlaxcaltecas que vinieron a colonizar, se les dio el privilegio de montar a caballo y vestir como hidalgos. Desde entonces nuestra vida a sido más amena, en la compañía de ese gran amigo que es el caballo.


El charro mexicano, simboliza la invención de nuestro país, desde la llegada de los españoles a nuestros días. Proceso que se realizo palmo a palmo sobre los lomos de los caballos. Los mineros, misioneros, religiosos, mercaderes, soldados, insurgentes, liberales, revolucionarios y cristeros construyeron nuestra historia montados en la silla de un caballo. Aún nuestros abuelos gustaron de ese privilegio, que hoy solo unos pocos, entienden y disfrutan. La dignidad y valores de nuestra cultura y raza se encuentran representados en ese arte milenario, nacido del cabal entendimiento entre la noble bestia y su jinete.

Las Charreadas




La fiesta mexicana por excelencia: la charreada, es el escenario perfecto para que la sociedad colotlense se reúna; para que las mujeres hagan gala de su belleza, vestidas a la usanza vaquera, con botas, sombrero, jeans y el sello especial de nuestro pueblo: el cinturón piteado. Los varones vestidos a toda gala, haciendo ostentación de dobles y redobles cintos piteados, sombreros de incalculables x’s, aprovechan la oportunidad para gritar a todo pulmón, convivir con amigos y familia, y desde luego darse gusto con un trago o una cerveza. Es una fiesta para reír, admirar, exhibir, disfrutar, ovacionar e incluso disentir con los jueces y vecinos de grada.

La fiesta charra es el único sitio donde nos damos gusto de reírnos a carcajada abierta y con total impunidad de la mujer, los charros, las suegras, e incluso nosotros mismos, merced al narrador que entre pausa y pausa adereza el festejo con un chiste o comentario picante.

La tambora con sus festivos sones y corridos eleva los ánimos con el trepidar de sus instrumentos, entre los muros y los alborozados corazones. Las complacencias están a la orden del día y cuando los silencios se prolongan demasiado, nunca falta el gritón, que a voz de cuello exclama: y esos músicos trompa de hule a toque y toque. Grito que arranca inevitablemente la hilaridad de una concurrencia, harto predispuesta a divertirse.

En un ambiente de festejo, los charros vestidos con los trajes de faena, en colores claros y luciendo soberbios pencos, de extraordinaria musculatura y belleza, se dejan admirar de las mujeres y envidiar de los hombres. En tanto que soberbios, fingen concentrarse tan solo en su tarea.

Las diferentes suertes ponen a prueba la resistencia de los espectadores, con la angustia en un hilo. Desde que inicia el festejo con la cala de caballo, las mujeres ahogan un oh de sorpresa y admiración, con el jinete que detiene su corcel milagrosamente a centímetros del muro. Los píales en el lienzo, hacen vociferar a los expertos y los toros derribados aparatosamente, despiertan la algarabía de todos los presentes. Cuando la yegua sale despotricando incontenible, la respiración de los centenares de espectadores se ve contenida en el pecho, y es solo hasta que el jinete salta victorioso del lomo del animal, que vuelven a respirar con normalidad. Las manganas a pie o caballo, siempre absorben la atención del exigente público y el paso de la muerte, siempre cierra a tambor batiente la sesión. Cada momento de la charreada, es un momento especial, que requiere la atención total del público y de su respeto. Así terminada la faena, la gente regresa contenta y alborozada al pueblo, a seguir disfrutando de la noche. Y esperando la próxima cita de la fiesta mexicana por excelencia: la charreada.

Agustín Rivera y los problemas agrarios





La revolución mexicana, a principios del siglo XX, sin haberlo querido del todo, rompió el viejo sistema agrario, sin que con ello se hubiesen resuelto los graves problemas sociales del país. La explotación y el privilegio no obstante los repartos agrarios y la nueva constitución, persistió en el campo, aún cuando bajo formas nuevas en el ejido. La oligarquía latifundista a allí donde desapareció, fue remplazada por el interregno de campesinos jóvenes ambiciosos, enérgicos y ávidos, los mismo que dirigían los ejidos y se servían a si mismos, sirviendo al gobierno. El viejo individualismo campesino se despertó entonces en el corazón de estos jefes que pasaron a ser los nuevos gallitos locales e hicieron el juego del gobierno, el cuál dividía para reinar, quebrando las viejas solidaridades, suscitando una minoría privilegiada, en el seno de estos privilegiados que eran los ejidatarios, y haciendo inevitable la corrupción de cierto número de líderes, que una vez salvados traicionaban a sus hermanos.”

Los defectos del antiguo régimen reaparecieron sin estar ya justificados o atenuados por la tradición, la costumbre o la moral, sin el prestigio de una riqueza, de una cultura, de una historia secular que enmascaraba, con paternalismo su violencia fundamental. Entre esta violencia sin recato y los sueños utópicos de los campesinos, ¡que contraste! Las defensas agraristas no tardaron en adquirir los malos hábitos de los antiguos rurales, y sus exacciones hicieron que pronto fueran detestados.

El movimiento agrarista, de todos aquellos desnudos que reclamaban un pedazo de tierra para subsistir, comenzó cuando aún era muy temprana la revolución, así que para el año de 1920 en la ciudad de Colotlán ya existía un partido agrarista fuerte y muy bien organizado. Para noviembre de ese mismo año los agraristas ya le disputaban el control político del municipio al partido conservador que se había constituido durante los años de privilegio del porfirismo. El Partido Conservador o de los fanáticos, como se le conoció después, estaba encabezado por las personas más respetables y ricas de la ciudad. El jefe del partido conservador, era Paco Huízar, comerciante reconocido y líder moral de todos los propietarios de tierras, que asustados buscaban defender a como diera lugar sus patrimonios.

El 3 de noviembre de 1920, con motivo de la ausencia de autoridades que gobernaran el pueblo se realizó un plebiscito en la plaza principal, donde agraristas y reaccionarios se apedrearon, habiendo intervenido la fuerza federal para tranquilizarlos. Como no llegaron a ningún acuerdo político en el acto que se menciona, Felipe Torres Preciado, presidente comisionado, propuso una terna que gobernase, la cual no fue del agrado de todos, lo que originó que las discusiones se reanudasen, hasta que Torres Preciado nombró un Consejo Municipal, encabezado por el Sr. Tereso Aldana, mismo que tomó posesión y concluyo el año.” Este hecho marca el inició de un largo periodo de conflicto social interno que tendrá como objetivo principal una nueva distribución social de la tierra.

Los agraristas colotlenses, cuyo líder principal era don Martín Plascencia, el precursor del agrarismo en la región, pronto de dieron cuenta que para fortalecer su posición política y garantizar un reparto de tierras favorables a sus intereses e ideología revolucionaria, era necesario solicitar el apoyo del gobierno con armas y las resoluciones favorables. En 1924, el Sr. Plascencia apoyado por los señores Primitivo Huízar Robles, Rogaciano Márquez, José María Navarro y otros, urgían a las Autoridades agrarias la dotación profesional a varios ejidos.

Pero no es sino hasta el año de 1926, con el conflicto cristero encima, que el gobierno les dio armas al grito de “Tierra y Libertad”. De esta forma, el gobierno utilizó a los campesinos para enfrentar a los rebeldes cristeros, muchos agraristas tuvieron que prestar servicio militar permanentemente. Al principio solo debían permanecer en el lugar del acantonamiento, organizados en grupos de autodefensa que permitían la división en zonas y la vigilancia; pero después se les utilizó también para constituir la vanguardia de las tropas federales y en ocasiones para formar verdaderos ejércitos que salían en operaciones muy lejos de sus bases.

Es bajo las condiciones de la guerra cristera que en el año de 1927 se destacó un joven campesino proveniente de la comunidad del Carrizal, cuyo nombre es Agustín Rivera, y que merced a su valor e inteligencia rápidamente se convierte en el líder indiscutible de los agraristas. En septiembre y octubre de ese mismo año, las comunidades del Carrizal (Colotlán), Sotoles y Huacasco (Santa María) reciben dotación de tierra provisional. Con estos repartos el gobierno federal asegura la leal participación de sus aliados campesinos en el sometimiento de los cristeros. Sin embargo esta situación incrementó el odio entre los agraristas y los conservadores, muchos de los cuales apoyaban abiertamente a los cristeros. Esta decisión tomada precipitadamente por el gobierno federal tiene como fin mantener la lealtad de los agraristas, de la que no estaba totalmente seguro. Es curioso que en agosto y septiembre de 1926, en tanto que el gobierno organizaba febrilmente las milicias agraristas en Zacatecas, ese mismo gobierno desarmaba a los agraristas de Veracruz, de Michoacán, de Guanajuato y de Jalisco por temor a que la insurrección cristera reclutara entre ellos. Lo extraño es que los cristeros compartían esa misma creencia y esperaban firmemente resolver el problema de las municiones y del armamento con la incorporación inmediata de los agraristas, “tan católicos como nosotros”. No fue así, y en diciembre, en todo el país, los agraristas eran ya los auxiliares del ejército.

El domingo 8 de mayo de 1927, los rebeldes al mando de Felipe Sánchez, Quintanar y otros pusieron sitio a Colotlán. que estaba resguardo por de las tropas federales comandadas por el Teniente Coronel Medina quien contaban con el apoyo de los agraristas. La acción comenzó a temprana hora, y se prolongó hasta mediodía en que los sitiadores se retiraron dejando algunos muertos, en vista de haber sido atacados por la retaguardia por los agraristas de Huacasco, leales también al gobierno.

La importancia que el grupo agrarista había ganado en Colotlán se vio comprobado en el año de 1928, cuando el gobierno estatal confeccionó una planilla de munícipes encabezada por Jorge E. Preciado para gobernar; en Colotlán el grupo agrarista encabezado por Agustín Rivera y Leovigildo Corona organizaron su propia planilla, así que cuando Preciado llegó a tomar posesión, los agraristas ya se habían adelantado, impidiéndole la entrada. Agustín Rivera tomó posesión como presidente, y el Sr. José María Navarro como vicepresidente. A partir de este hecho, Rivera se perfiló como el líder indiscutido del agrarismo en la región, su personalidad y valentía mucho le ayudaron para encumbrarse, aunque su falta de cultura más tarde dividió a los agraristas y liberales en dos bandos distintos.

Como presidente Agustín Rivera fue un líder con grandes dotes organizativas, no obstante su falta de instrucción y su carácter reacio. En el mes de mayo de 1928, realizó grandes festividades con motivo de la batalla de Puebla. Reconstruyó el palacio municipal, cotizando forzosamente a los comerciantes y demás personas solventes de la ciudad. Durante su encargo existió un marcado interés por el mejoramiento de la administración municipal y el impulso a la educación. Para todas estas mejoras influyo mucho el Prof. Francisco Javier Huízar Martínez, quien se convirtió en uno de los mejores consejeros y amigos del presidente. En este periodo se exigió el uso del pantalón a todos los individuos, pues era bastante común el uso del calzón; los policías recorrían la ciudad en busca de niños vagos para llevarlos a la escuela.

Sin embargo, algunos de los problemas comenzaron cuando, el partido agrarista, a cuya cabeza se encontraba Agustín Rivera cometió el error de permitir entre sus filas a individuos de dudosa conducta, bandoleros y asaltantes, a quienes defendió sin condiciones. Mucha de la gente se quejaba del constante robo de su ganado, y se achacaba el abigeato a los amigos de Rivera. En tal caso de cosas, los liberales que tuvieron la inteligencia de distinguir perfectamente el lado malo de cada uno de los bandos, decidieron apartarse de la política, aunque simpatizando con Rivera.

Muy pronto este grupo liberal encabezado por los señores: J. Jesús Rosales, Francisco R. Mayorga Adolfo y Jesús Moreno, Prof. J. Francisco Martínez, Carlos M. De León, Andrés Iturriaga, Segundo Ortega, J. Inés Huízar, comenzó a organizarse políticamente para disputar el control político a los agraristas. Buscaban establecer un contrapeso a los desmanes de Rivera y sus amigos, pero sin caer en la postura de los llamados fanáticos, quienes apoyaban de manera descarada el movimiento cristero, con granos, arma e incluso dinero. Sin embargo la fortaleza del partido agrarista todavía estaba bien cimentada con hombres como Paco Martínez, acostumbrados a enfrentarse con la muerte en los campos de batalla. Agustín Rivera, no buscó integrar a los disidentes, sintiéndose fuerte con sus aliados, que en muchas ocasiones aprovechaban su situación para cometer desmanes y tropelías. De esta forma Rivera, se cerró el mismo la posibilidad de continuar siendo un resorte vivo para el desarrollo económico y social del pueblo. Los liberales habían nutrido con ideas y apoyo moral y económico su administración.

Para el año de 1929 en que se celebraron nuevas elecciones, y en que a nivel nacional se había formado el partido aplanadora, el PNR, los agraristas triunfaron, encabezados por segunda ocasión por Agustín Rivera, como presidente y el Señor J. Jesús Rosales como vicepresidente. En tanto que muchos liberales se abocaron a conformar el comité del PNR en Colotlán, allí participaron los señores: José María Navarro, J. Jesús Rosales, Leovigildo Corona, Fernando Bustio G. Primitivo Huízar, Prof. Francisco Huízar M. Y otros.

Para el 19 de marzo de 1929, cuando estallo la rebelión Escobarista, el 75º regimiento abandonó la región acompañado de un buen número de agraristas y familias simpatizadoras del gobierno constituido. Los segundos se quedaron en Jerez y agregándose a los agraristas de aquella ciudad, alcanzando las fuerzas el número de 400, que dispuestos, esperaron con tranquilidad el ataque de los cristeros, pues nuestra región y buena parte del estado de Zacatecas, habían quedado dominados por los cristeros. Así, en los últimos días de marzo y primeros de abril, nuestra ciudad se vio llena de elementos del ejército liberador, al mando del famoso Gorostieta y demás jefes rebeldes que a su llegada realizaron un gran mitin en la plaza principal. Hubo discursos y descargas en señal de regocijo y atención al creer que su triunfo estaba asegurado. Se nombró presidente municipal al señor José Flores, comerciante de reconocida filiación rebelde. Pero este triunfo aparente de los coterráneos no se había de prolongar por muchos días.

A raíz de haber aplastado con demasiada prontitud la rebelión Escobarista, el gobierno comisionó al Gral. Montalvo con mil soldados y seiscientos agraristas de la región, el objeto de pacificar a la misma, llegando a mediados de abril. Tuvo su primer encuentro en el Tesoro, cerca de Jerez inmediatamente después de su llegada. En esa acción, más de doscientos federales dieron la espalda al enemigo, circunstancia que puso en peligro, no solamente al Estado Mayor del general Montalvo, sino a todas las fuerzas gobernistas. Es de notarse que se peleo a bayoneta calada y que la batalla terminó después de mediodía; se efectuó la más horrible confusión por haber robado los rebeldes la contraseña a los agraristas, que consistía en la manga izquierda arremangada. Los cristeros en número aproximado, de 2500 , hacían esfuerzos denonados por ganar las ventajas de una elevación en el terreno de la lucha, y fue así casi en las alturas de la misma donde los combatientes cayeron hasta el horror. El propio General Montalvo estuvo a punto de caer abatido, sino es por la oportuna intervención de los jefes agraristas, entre ellos el Sr. Primitivo Huízar, que protegiéndolo valientemente, lograron no solamente cambiar la contraseña de buen número de agraristas, sino instalar en las alturas tres ametralladoras, habiendo salvado la situación de desesperación de los artilleros que debidamente instalados, hicieron estragos en las filas enemigas. El campo quedo cubierto de cadáveres de ambos bandos, y ya entrada la noche llegó a Jerez y no obstante no haber sido derrotado, perdió muchas piezas de artillería y más de cien soldados, sin contar los desertores que por intervención de los propios jefes agraristas, conservaron la vida.

Los simpatizantes del Ejército Libertador tuvieron la mayor decepción de su vida al contemplar tristemente la ocupación de la ciudad por parte de las fuerzas gobernistas. A pesar de que todos los jefes sabían quienes en la ciudad auxiliaban moral y económicamente a los rebeldes, jamás mancharon sus manos con sangre inocente. Acaso su desquite lo encontrón en las vacas, que robaron para su alimento, y los distintos préstamos que impusieron a los ricos, particularmente a aquellos que según estaban informados ayudaban moralmente y a veces hasta con dinero a los rebeldes. Mucho debe Colotlán a que algunos de sus hijos hayan jefaturado las fuerzas agraristas, porque éstos pudieron influenciar ante los jefes militares para que no se fusilara a gente de la ciudad.”

Para aquellos días ya, Agustín Rivera había torcido su línea “quebrando” con el Sr. Primitivo Huízar, como meses más tarde había de hacerlo con el Prof. Francisco Javier Huízar Martínez. Por medio de intrigas había tratado de fusilar al Sr. Primitivo Huízar, por ser un anticristo peligroso. No lo logró por la intervención inmediata del Gral. Montalvo que operaba en Zacatecas y que, avisado oportunamente, descubrió la maniobra y evitó el crimen. Sin embargo su suerte ya estaba echada, así el 22 de abril en que se libró una batalla en Colotlán, el Sr. Primitivo Huízar fue asesinado por los mismos agraristas. El gobierno federal apoyado por los agraristas retomó el control de Colotlán.

El día 27 de junio se reanudo el culto y los servicios religiosos en todas las iglesias de la República, y los jefes rebeldes licenciaron sus tropas y se amnistiaron, Felipe Sánchez y otros lo hicieron en Tlaltenango ante el Gral. Quintero; otros lo hicieron en Zacatecas.

La fuerza que había ganado el partido agrarista con estos triunfos militares al lado del gobierno, se vio reflejado en las elecciones de 1929, en que triunfo de nueva cuenta el grupo agrarista, lidereado por Agustín Rivera, siendo electo como presidente el Sr. José Gómez, quien tomó posesión el día primero de enero de 1930.

Para salvaguardar la paz y la concordia de la región, en el año de 1931 se estableció en Colotlán el Gral. Quintero, con el regimiento a su cargo, quienes observaron una conducta ejemplar, por lo que fueron estimados por la población. El General Quintero disipo la modorra de Colotlán con la serie de diversiones que propicio; auxiliado por la tropa a su cargo: arreglo el campo deportivo a la salida de la calle independencia, el campo de aviación de Santiago Tlatelolco.

En 1931, los conservadores, aliados con los liberales le arrebataron el poder a los agraristas, encabezados por el C. J. Jesús Rosales, anunciando así una serie continua de triunfos. En las elecciones de 1932, los Riveristas fueron incapaces de reconquistar el poder, triunfando la planilla encabezada por el Sr. Adolfo Moreno Ávila, quien tomó posesión en enero de 1932. A fines de ese año comienza aparecer un periódico Riverista que ataca fuertemente a los líderes del partido y que enciende nuevamente los ánimos entre ambos grupos. A resultas de esto fue asesinado el Sr. Andrés Iturriaga, y se escapó milagrosamente el Sr. Pancho Mayorga, en una emboscada que les tendieron cuando regresaban ambos del Hepazote. Esto ocurrió a principios de 1933, cuando el Gral. Quintero había abandonado la ciudad por órdenes superiores. En ese mismo año resulto electo el Lic. Antonio Ramos Aréchiga, quien tomo posesión el primero de enero de 1933, de esta forma se sumo otra derrota consecutiva a los Riveristas.

En este último periodo se caldearon los ánimos de los dos grupos políticos. Rivera fue procesado y aprehendido en Zacatecas por el comandante de la policía de Colotlán, Sr. Rafael Flores. Sus propios partidarios jamás comprendieron como Rivera, siendo un individuo tan valiente, se había dejado “agarrar”. Se le condujo a esta población y se le interno en la cárcel pública, a donde con frecuencia iban a visitarlo sus partidarios. Se desconoce el motivo de su proceso, aunque la voz pública aseguró por aquellos días, que se le acusaba de robo de ganado. Periódicamente, como es rigor en estos casos, Rivera era sacado de su prisión con el objeto de que declarara ante el Juez, para lo cual era conducido por un policía. El día 20 de septiembre de 1933, el policía le dio muerte cuando subía la escalinata, disparándole a quemarropa su pistola.” Los agraristas dieron muerte al asesino, quien se había dado a la fuga, en una población de los E.U.”

Las elecciones de 1934, las pierden nuevamente los agraristas, siendo elegido, el C. Segundo Ortega. En este año los agraristas se preparan para asesinar a algunos de los miembros del partido contrario, entre ellos el presidente municipal y Paco Huízar. A las nueve de la noche del día 22 de marzo de 1934 fueron asesinados Paco Huízar y Segundo Ortega en el jardín de la plaza de armas, por una veintena de agraristas que habían llegado sigilosamente y se habían apostado estratégicamente para asesinarlos. Cuando la policía se organizó, los asesinos estaban ya muy lejos.

Con estos asesinatos la resistencia liberal se desvaneció, después de estos hechos nadie quería tomar posesión de la presidencia municipal, hasta que acepto don Demetrio Lozano, quien posteriormente la dejaría en manos del Sr. León Santoyo, miembro del bando agrarista, quien gobernó el resto del año de 1935 y el siguiente. A el le siguió una larga lista de presidentes agraristas entre ellos:
el C. Secundino Márquez, En el año de 1936, de filiación agrarista quien hizo un trabajo muy moderado.
En 1937, el Sr. Faustino Hernández Vázquez, que aunque no era agrarista, si era liberal por convicción y
en los años de 1938 a 1939 gobernó Colotlán David S. Leaños, también agrarista.

A partir del año de 1940, con la llegada del presidente Ávila Camacho se abandona la política seguida por los anteriores presidentes, principalmente Cárdenas, y se favoreció la expansión de la agricultura capitalista, y la defensa de la pequeña propiedad privada. Con estos cambios de política agraria que fueron continuados por los subsecuentes presidentes, se limitaron también los conflictos al interior de la sociedad colotlense, limitando los enfrentamientos entre los agraristas, los liberales y los fanáticos o conservadores.