La mujer colotlense hasta hace muy poco, siguió el prototipo idílico de la mujer mexicana: toda belleza, inocencia, prudencia y recato. Pero como nada es para siempre, han comenzado a cambiar, adoptando muchas de las actitudes y vicios de sus machos. El lenguaje sencillo y limpio que otrora ostentaron nuestras madres, se ha venido modificando con las palabras de moda, la voces groseras de los pelados y los comentarios de los borrachos. Afortunadamente, siguen conservando ese gusto por vestirse bien, por realzar su belleza e impactar ante todo por su hermosa presencia. Los ideales de dulzura y sensatez en la mujer, son virtudes en desuso que nadie extraña, ni a nadie le hacen falta, y que ni por ensalmo han llegado a los oídos de las jovencitas. En su favor diremos, que han sabido integrarse con eficiencia y capacidad a los retos económicos y productivos de nuestro momento. Que han sabido explotar de hecho la igualdad con los varones. A decir verdad no hay distingo entre un hombre y una mujer cuando de divertirse y de beber de trata. Es bueno reconocer y aceptar lo que somos y lo que nos gusta ser. Todo aquello que no es así, se llama hipocresía, y hace más daño que la verdad cruda.
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